En los años posteriores a la realización del experimento, los
psicólogos y sociólogos han comenzado a cuestionar la ética detrás del
mismo, y si el experimento debería haber sido permitido o no.
Milgram quería establecer si las personas realmente obedecerían a las figuras de autoridad aunque las instrucciones fueran moralmente incorrectas.
En ese momento, la ética del
experimento de Milgram parecía razonable, pero con los controles más estrictos
que existen en la psicología actual, este experimento no hubiera sido
permitido. La generación de Milgram necesitaba respuestas concluyentes sobre si, ¿La naturaleza humana es intrínsecamente mala o una persona sensata podría ser
obligada por la autoridad a realizar acciones antinaturales?
Una vez más, el experimento de
Milgram adquirió relevancia en la década del ´70 con la Masacre de Mÿ Lai, en
donde la sociedad cuestionó los motivos detrás esta masacre así como también de
otras atrocidades cometidas por los estadounidenses en Vietnam. Si bien las
acciones de los soldados no pueden ser justificadas, se mostraron los efectos
horribles sobre la psique y la moral de los jóvenes que produjo la exposición
diaria a la muerte y al sufrimiento.
Masacre de Mÿ Lai |
Los estándares éticos modernos
afirman que los participantes de cualquier experimento no pueden ser engañados
y que deben ser conscientes de las consecuencias. Para ser justos, la
investigación llevada a cabo después del experimento indicó que no hubo efectos
psicológicos a largo plazo entre los participantes.
Sin embargo, el hecho de que
estas personas pensaran que habían causado sufrimiento a otro ser humano,
podría haber causado una angustia emocional severa.
Si bien el experimento de Milgram
aparentemente no tuvo efectos a largo plazo sobre los participantes, es
esencial que los estudios psicológicos tengan pautas estrictas.
El efecto a largo plazo de seguir
llevando a cabo estudios similares sería destructivo para la investigación sin
engaño. Gran parte de las investigaciones de psicología exploran áreas donde
los sujetos implicados son más escépticos que la media de la población.
Tal vez nunca estarían de acuerdo
en participar en una investigación que fuera inofensiva o destinada a ayudar a
los sujetos si se sabe que los investigadores suelen utilizar el engaño.
En conclusión, si bien no hay
duda de que el experimento en su formato original no sería permitido, es
importante recordar que Stanley Milgram no era una mala persona. Él estaba
realmente tratando de descubrir las razones por las que los seres humanos
podrían verse envueltos en un gran mal.
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